viernes, 26 de septiembre de 2014

Los Pujol Ferrusola y la moral

La noticia que inspira la entrada de hoy –y que tiene relación con mis dos libros publicados en Amazon, enlace aquí- tiene que ver con uno de los mayores escándalos destapados recientemente en nuestro país: el asunto del enriquecimiento de la familia Pujol Ferrusola. Hoy es noticia la comparecencia del patriarca, el ex presidente de la Generalitat, ante el Parlamento de Cataluña. Según se publica hoy en la prensa, el discurso que leerá ante los diputados catalanes, de diez folios de extensión, no va a hacer mención a ningún tema más allá de la herencia que su mujer e hijos recibieron al fallecer su padre, en el año 1980.

La casualidad quiere que esta entrada sea inmediatamente posterior a la escrita con ocasión de la muerte de Adolfo Suárez, uno de los pocos personajes de nuestro país comparables en altura política a Jordi Pujol. Sin embargo, ahí acaban sus similitudes, ya que la altura moral de ambos parece ser muy diferente. La honradez intachable de Suárez -quien renunció tras dejar la política a ocupar cargos honoríficos en instituciones públicas o en empresas privadas, y que debido a ello llegó a sufrir estrecheces económicas, viéndose obligado a vender sus propiedades para sufragar los costosos tratamientos médicos de su familia directa-, contrasta sobremanera con la actitud de la familia a la que hoy me refiero. Para muestra, comentaré sus tres últimas actuaciones públicas, recogidas en prensa durante esta semana.

El primero de los movimientos de la familia Pujol Ferrusola estos días ha sido la declaración ante la juez de Andorra de la madre, Marta Ferrusola y nada menos que cinco de sus siete hijos, por la querella que hace un mes interpusieron de manera conjunta contra la Banca de Andorra. Al parecer, la acusación se dirige a una persona desconocida que filtró irregularmente sus datos bancarios. Para un lego en temas jurídicos como yo, pero con un cierto interés en comprender la realidad –la más patente y también la que está oculta- no deja de ser una maniobra que indica bastante poca nobleza por parte de esta familia. Por explicarlo en términos claros, los miembros de una familia se acogen a una amnistía fiscal, regularizando un abundante patrimonio económico que había permanecido oculto a Hacienda durante más de treinta años –es decir, cometiendo un grave delito fiscal, inadmisible en personas con su relevancia pública- y cuando, por algún motivo, esos movimientos se hacen públicos, lo primero que hacen es denunciar a quien informó de dichos movimientos. Como digo, será perfectamente legal denunciarlo, pero moralmente es algo muy bajo. Y eso, sólo considerando el consumado delito fiscal –delito regularizado gracias a la amnistía ya mencionada-. Bastante más graves resultan las sospechas sobre el origen de tal fortuna, lo cual comentaré más adelante. Sin embargo, en este punto me interesa resaltar la baja catadura moral de quienes, habiendo sido durante muchos años la “primera familia” de una de las regiones más importantes de nuestro país, una vez descubierto su fraude fiscal, contraatacan denunciando al revelador de dicho fraude. Y, aún más, esta actitud muestra un nulo arrepentimiento por su parte. Una vez hecho público el delito cometido, y conocedores de su relevancia social durante tanto tiempo, el único comportamiento que en estas personas habría sido mínimamente aceptable es pedir perdón incondicional a todos y cada uno de quienes confiaron en ellos en otro tiempo. Y nada más. Aunque esa postura de denunciar al informante parezca querer mostrar que son inocentes de todo, ya que han legalizado su situación tributaria, y que no había nada irregular en nuestro dinero depositado en Andorra, esta actitud podría ser tolerable sólo en alguien con intereses puramente privados. Pero no en la familia directa del máximo mandatario catalán, es decir, de su máximo exponente público –obviamente, no privado-.

El segundo movimiento, no menos chocante, ha sido la renuncia de una de las hijas de Pujol a su militancia en Convergencia Democrática, el partido fundado por su padre y desde el cual gobernó Cataluña durante más de veinte años. Al parecer, la petición se ha formalizado mediante un duro escrito en el que la hija de Pujol muestra su malestar y el de toda su familia por las críticas vertidas desde ese partido hacia la figura de su padre. Como en el punto anterior, la aparente intención de la medida no hace sino ir en contra del sentido común. El partido político del que su padre fue el máximo exponente no puede, de ningún modo, suavizar la situación una vez confesado públicamente por el patriarca que, efectivamente, el dinero opaco fiscalmente residió en el extranjero durante más de treinta años. Cualquier muestra de apoyo, una vez hecha la confesión, resultaría inadmisible en un partido político que, por principio, intenta dar buena imagen a los ciudadanos. Y que el presidente del partido haya obrado así de forma consciente no puede ser respaldado, ni consentido, de ningún modo. Al menos, públicamente. Por último, el hecho de que la renuncia a la militancia se produzca justamente en este momento -en plena vorágine del escándalo- en lugar de esperar a más adelante, sólo incide en la misma impresión de que esta familia no posee unos valores acordes a su destacada posición pública.

Finalmente, como culminación, la esperada comparecencia del líder del clan. Aquí, pese a lo comentado en el punto anterior, vuelven a converger los intereses del partido –Convergencia- y los del líder, ya que ha sido el portavoz de CiU en el parlamento de Cataluña quien ha manifestado que el ex presidente debería aclarar únicamente el origen del dinero, depositado inicialmente en Suiza, que la familia recibió en concepto de herencia del padre del ex presidente. Ni se prevé que se concrete el importe heredado, ni por supuesto, se cuenta con que se presente el testamento que acredite dicho legado. Adicionalmente, hay que indicar que la semana pasada, el parlamento ya realizó un debate la semana pasada en la que se condenaba la conducta delictiva del ex presidente, contando con los votos de todos los partidos políticos, excepto CiU. De modo que también hay quienes pensaban que esta comparecencia a posteriori ya no tenía mucho sentido. Pero, en cualquier caso, dado que ha decidido mantener su comparecencia, lo que cabría esperar es que, como se ha solicitado, el ex presidente aportase toda la documentación necesaria para garantizar el origen lícito del dinero que se ha regularizado fiscalmente –al menos, de la cantidad que su familia heredó hace treinta años-. Y, además, que pidiese perdón públicamente a todos los que confiaron en él. Pero, a falta de que dicha comparecencia se produzca, todo apunta a que, nuevamente, los tiros irán en la dirección de declarar su inocencia sin más, y de acusar a quienes quieran hacer daño a Cataluña de utilizarle a él y a su familia con tal fin, en unos momentos de gran trascendencia para todos los catalanes. Como se ha dicho, contará con el apoyo de su antiguo partido, ya que lo último que interesa a éstos es que se avance en la cuestión de fondo más importante de todas, es decir, si la familia del ex presidente se enriqueció gracias a prácticas irregulares llevadas a cabo durante el mandato del partido en Cataluña. Prácticas como adjudicaciones fraudulentas, tráfico de influencias y posteriores comisiones asociadas, etc. Todo esto, que en la actualidad está en terreno judicial, es algo que deberá ser aclarado en los próximos meses y años.

Lamentablemente, los próximos años no presentan una perspectiva halagüeña para quien ha sido el símbolo de la sociedad catalana durante tantos años. De edad avanzada –ya ha cumplido 84 años-, tantos ajetreos no parecen ser lo más recomendable en este momento de su vida. Está por ver lo que ocurrirá a sus hijos -además de ver manchado su apellido para lo que les queda de vida-, pero al menos, si se demuestra su culpabilidad procederá exigirles que devuelvan el dinero obtenido ilícitamente. En vista de todo lo comentado sobre la familia en esta entrada, ¿alguien piensa que lo harán?