martes, 31 de julio de 2012

Directivos y políticos

En este blog voy a tratar diferentes asuntos, que aparecen ilustrados en mi libro Las aristas borrosas del éxito, publicado en Amazon (este es el enlace), dándoles un enfoque, digamos, más crítico.

Esta semana ha aparecido publicada en prensa una noticia que me ha llamado la atención, ya que recuerda a algo que aparece en el libro. El título de la noticia es: "Las prejubilaciones de directivos de la CAM fueron infladas con balances falsos" (noticia aquí). Lo que se detalla en ella es que, si las investigaciones actuales están en lo cierto, se cometieron irregularidades contables desde 2008 a 2011, las cuales que alteran los resultados globales de la empresa. Dado que el importe de las prejubilaciones de los altos ejecutivos se calcula a partir de los resultados de la empresa, resulta evidente el objeto de dichas manipulaciones.

Lo que me parece más interesante es una cuestión de fondo. Los directivos no son los propietarios de la empresa. Al contrario, son unos simples empleados, como ellos mismos declaran cuando son llamados ante un juez, o ante una comisión de investigación. Eso sí, son empleados algo especiales, ya que su misión es gestionar la empresa para los accionistas, y por lo tanto deben procurar el beneficio de éstos.

He aquí el fondo del asunto. Los directivos recurren a diversas maniobras irregulares, no para mejorar la imagen de la empresa, o conseguir mejorar los resultados económicos de la misma, sino para todo lo contrario. En este caso, para cobrar de la empresa una prejubilación superior a la que les correspondería en condiciones normales. Simple y llanamente, están sustrayendo dinero de la empresa.

Y aquí está la relación con el título de la entrada de hoy. Hemos visto cómo actúan algunos de los gestores privados. Faltan los otros gestores, que son los gestores públicos: los políticos. Esos que, en consonancia con los gestores privados, deben gestionar su empresa -la administración que les corresponda: local, autonómica o nacional- procurando el beneficio de los dueños, los accionistas, que en un estado democrático es la totalidad de la población. O bien, si lo anterior parece demasiado ingenuo, como mínimo los cargos públicos deben gestionar pensando en sus votantes.

Sin embargo, ambos tipos de gestores parecen seguir caminos sorprendentemente paralelos. Es bastante frecuente leer o escuchar noticias sobre políticos imputados por gestionar los recursos públicos en beneficio propio, o de familiares, o de empresarios afines -quienes más tarde les compensarán por los favores recibidos-. Tanto los gestores privados como los públicos parecen olvidar que su misión es gestionar para otros -lo cual ya les es retribuido adecuadamente- e incurren en todo tipo de maniobras ilícitas. Como consecuencia, antes o después, una gran cantidad de ellos acaban ante los tribunales.

En vista de que no se trata de algo ni mucho menos aislado, mi pregunta es: ¿qué es lo que falla,  el modelo, las personas, o ambas cosas? El modelo de éxito en la sociedad moderna fomenta que muchos persigan a toda costa llegar a estos puestos con, digamos, gran capacidad de decisión. Decir que alguien es alcalde, o ministro, o presidente, o director general, equivale a haber triunfado en la vida. Esto, en lugar de producir actitudes de gratitud y de esfuerzo en hacer las cosas bien para demostrar la confianza recibida, suele generar más bien lo contrario: arbitrariedad, soberbia, y ausencia total de explicaciones sobre cualquiera de las decisiones que se toman. Precisamente lo contrario de lo que se esperaría de un buen gestor, quien en cualquier momento debería poder justificar -y estar dispuesto a ello- cualquiera de sus decisiones.

De lo anterior, creo que está claro que el modelo es manifiestamente mejorable. Sobre las personas, hay mucho que decir también: ¿qué cualidades debe tener un buen gestor? Aun más: ¿qué perfil psicológico? Y, por último: ¿se tiene en cuenta algo de lo anterior cuando se elige a alguien para un puesto representativo, o más bien priman factores como el parentesco, o la afinidad personal o ideológica de cualquier tipo? Sobre esto, hablaré en próximas entradas del blog.

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